MANUEL MATEO
Se sabe poco de este sindicalista, antiguo comunista que, como otros, pasó a militar en la Falange contraria al dictador. Su antigua militancia en el partido Comunista le reportó astucia y prudencia. Sus ideas contrarias al capitalismo sembraron dudas en el régimen franquista. Nació en Corella, Navarra, en 1904. De padres muy religiosos, de joven marchó a Logroño. Desempeñó numerosos trabajos que despertaron en él una sólida conciencia obrera.
Javier Onrubia dice de él en su opúsculo Manuel Mateo y la CONS:
«Por su indudable inquietud social, Mateo se afilió al Partido Comunista en dónde llego a ser jefe de célula en Madrid. En el P.C. usó el nombre de López Mateos y se hacía pasar por extremeño. En 1.931 -año de la proclamación de la Segunda República- fue encargado de visitar Rusia, Italia, Alemania y Francia. En Rusia, sólo le dejaron ver las instalaciones obreras señaladas en el programa previo, y le denegaron una petición que hizo de visitar poblaciones rurales. Tras su regreso a España, fue nombrado miembro del Comité Central del Partido Comunista, y se hizo cargo de la Secretaría de Organización durante dos años En este tiempo, fue el responsable de gran parte de las manifestaciones y actos callejeros del P.C. Por sus grandes dotes de organizador, puestos de manifiesto en un sinfín de ocasiones, su nombre sonó como posible secretario general del Partido Comunista de España»
Enrique Castro Delgado, otro ferviente comunista metalúrgico y periodista en Mundo Obrero, que fue el primer comandante del Quinto Regimiento antes que Lister durante la Guerra Civil, y líder de las Milicias Antifascistas Obreras Campesinas (MAOC), en su libro Hombres made in Moscú dice:
«Se encontraba en la dirección de la Falange un tal Mateo, que había sido comunista y durante cerca de dos años el secretario de organización del Comité del Partido (comunista) en Madrid. Conocía perfectamente el sistema de organización del partido, sus métodos conspirativos, su táctica. Fue sin duda, uno de los hombres más útiles que tuvo Primo de Rivera para su lucha contra los comunistas. Porque, aparte de sus conocimientos, odiaba a los comunistas de la misma manera que los comunistas odiaban. Además, su instinto de conservación le obligaba a una lucha implacable contra el Partido Comunista. Porque sabía que era un condenado a muerte, aunque sin hora ni fecha para morir»
Mateo asistió, cuando aún era comunista, el discurso de José Antonio en el Teatro de la Comedia en Madrid. Así lo cuenta Ceferino Maestú Barrio, falangista de primera hora, hijo de gobernador Civil de Huelva asesinado por los rebeldes franquistas por republicano:
«Unos cuentan que [Manuel Mateo] estuvo varias veces en Rusia y otros sostienen que nunca estuvo en la URSS. Mariano García me dice que él le contó su desilusión tras el último viaje al “paraíso soviético”, y Carmelo Lacaci, buen amigo personal de Mateo, me lo confirma. Sin embargo, Carlos Rivas, antiguo comunista como Mateo y que pasó a la Falange antes que él, me dice que nunca pisó el territorio de la Unión Soviética. Sea lo que sea, la verdad es que Manuel Mateo aparece, a caballo de la proclamación de la República, como uno de los hombres claves del Partido Comunista de la capital, desempeñando durante dos años el puesto de secretario de organización. Gran parte de las algaradas callejeras fueron montadas por él que, con técnica moderna, era capaz de mantener en jaque a aquellas ingenuas y anticuadas fuerzas de orden público. Pero, el tiempo pasó, y con él Mateo maduró y conoció el comunismo. Escuchó el discurso de José Antonio en la Comedia y aquellas ideas no dejaron de preocuparle. Pero, su salida del Partido Comunista fue mucho después. Tras el fracaso de la Revolución de Octubre del 34, Mateo tuvo un choque violento con el famoso Antón, e1 futuro amigo de la Pasionaria, acusando a los comunistas de traición a la clase obrera. A partir de aquel momento, le hicieron la vida imposible. Le amenazaron de muerte, le echaron de la casa de Antón, donde vivía, se reprodujeron los choques personales con los dirigentes del Partido y, prácticamente fue expulsado de él».
En un escrito, Maestú, creador del Frente de Estudiantes Sindicalistas, un sindicato al margen del Movimiento Nacional, dijo que, según Ledesma Ramos, los dos instigadores de la ruptura entre Ramiro Ledesma y José Antonio fueron Onésimo Redondo y Manuel Mateo. Estos siempre lo negaron.
En otro momento, Maestú, dijo que José Antonio pidió a Mateo que dirigiese la Central Obrera Nacional-Sindicalista (CONS):
«Su antecesor [en la CONS], Nicasio Álvarez de Sotomayor, había sido estudiante de Medicina, cenetista y extremeño. Manuel Mateo era un revolucionario sin profesión, antiguo comunista y navarro. Mateo y Sotomayor discrepaban abiertamente, no sólo por sus diferencias mecánicas mentales sino, sobre todo, por sus diversos orígenes ideológicos. Sotomayor decía de Mateo: “Éste es un marxista y siempre lo será. Los marxistas pueden cambiar de posición, pero nunca de mentalidad”. Por su parte Mateo decía del cenetista antiguo: “Es un anarquista, un individualista desordenado y terminará llevando al caos a los sindicatos de la Falange...”.
Manuel Mateo andaba siempre sin una peseta en el bolsillo, según cuentan sus biógrafos, hasta el punto que el propio José Antonio medio ante Juan March, editor del diario Informaciones, para que le diera algún trabajo en el periódico. March no lo hizo sabedor de la trayectoria de Mateo.
Azaña ordenó la ilegalización de La Falange tras los sucesos provocados por el Sindicato Español Universitario (SEU) contra el catedrático de Derecho, Luis Jiménez de Asúa, socialista. El 14 de marzo de 1936, fueron encarcelados algunos miembros de su Junta Política, entre ellos José Antonio, Ruiz de Alda y Fernández Cuesta. Se libraron Manuel Mateo y José María Alfaro. Tras el golpe de Estado de Mola y Franco, Mateo tuvo que refugiarse en una casa del impresor Garrigues, en la calle Ventura Rodríguez e Madrid por temor a los milicianos. Sin embargo, el seguimiento a que fue sometida su novia dio con el paradero del sindicalista que fue detenido. Pasó por la checa de san Bernardo y parece que falleció en otra de la calle Serrano, según Javier Onrubia.
Jose García Vara: una historia entrecruzada
Hay una placa en la calle Arrieta de Madrid, junto a la plaza de la Ópera, dedicada a un sindicalista llamado José García Vara. Fue colocada el 2 de abril de 1965 por el Centro Social Manuel Mateo, 30 años después de su asesinato en ese mismo lugar. Esa estela, hecha artesanalmente y grafiada a cincel, me ha dado pie a conocer el nombre de varios sindicalistas de diferente procedencia ideológica que forman parte de la historia de España. Sus biografías se entremezclan: el propio García Vara, Manuel Mateo, Rafal Henche, Evaristo Gil, Sergio García, Enrique Puente Abuin, Nicasio Álvarez de Sotomayor, Ángel Pestaña, Guillén Salaya, Manuel Montero, Camilo Olcina, José Hernando, Marcelino Camacho, Julián Ariza, Enrique Castro Delgado, Víctor Martínez Conde, Ceferino Maestú Barrio, Serafín y Emilio Reboul Estecha, Jesús Matorras Navarro, Nicasio Álvarez de Sotomayor, José Jiménez de Parga, Manuela Carmena, Cristina Almeida y José María de Llanos.
No pretendo hacer una biografía de todos ellos, sino que, basándome en el nombre que aparece en esa placa, dar cuenta del puzle que forman sus semblanzas, para unirlos en un solo objetivo, el que todos ellos tenían, con una u otra ideología: la defensa de los trabajadores y obreros, y la mejora de su nivel de vida.
Es curioso que al ver reseñas de revistas o libros escritos por autores de izquierda hay un intento por ocultar que entre la lucha sindical hubo bastantes y no solo «algunos falangistas disidentes» como repiten con verdadera obsesión hombres de CCOO o del PCE. Por su parte, desde el lado de los falangistas contrarios a Franco, los datos son distintos y la participación de sus militantes en la lucha sindical fue esencial.
JOSE JIMENEZ DE PARGA Y MANUELA CARMENA
Pepe Jiménez de Parga era miembro de CC.OO. Su hermano, Manuel, fue otro jurista que llegó a ministro en la época de la UCD y luego a presidente del Tribunal Constitucional.
Fundó un despacho laboralista junto con María Luisa Suárez, Antonio Montesinos y Antonio Esteban, en la calle de la Cruz de Madrid. En ese despacho trabajaron Cristina Almeida, Manuela Carmena y otros. De ese despacho salieron los jóvenes laboralistas asesinados en la calle Atocha el 24 de enero de 1977. Amigo del padre Llanos, el confesor de Franco, quien decidió dejar la confesión del dictador para dedicarse a la de los más necesitados en el Pozo del Tío Raimundo.
A través de este despacho, CC.OO, ya como organización propia, presentó la primera denuncia por los hechos violentos ocurridos contra miembros del sindicato. Lo cuenta así Julián Ariza en su libro CC.OO.
Al principio ,el sindicato dejaba una sala para que la Comisión de Enlaces se reuniera cada miércoles, en aquellas condiciones de clandestinidad de las organizaciones obreras, tener un local, por pequeño que fuera, donde poder verse compañeros de distintas empresas y zonas y poder establecer citas tareas, era de una gran utilidad según explicaba Camacho en su libro de memorias Confieso que he luchado: A aquel pequeño local venían los trabajadores de las fábricas para consultarnos los problemas que tenían y después de un mes o mes y medio ya nadie iba a la Sección Social del Sindicato del Metal. Cuando se dieron cuenta de lo que sucedía tomaron las primeras medidas contra nosotros cerrando el local y prohibiendo las reuniones; pero a pesar de ello en los primeros días, a falta de otros medios, lo seguimos haciendo en los pasillos, abiertamente, delante de todo el mundo. Como los jerarcas vieron que no se marchaban incrementaron las provocaciones. Estas actitudes agresivas por parte de un grupo de vocales provinciales se dieron desde la primera asamblea en la que se constituyó la Comisión. Ariza lo relató en su libro CC.OO: El diario Madrid se había hecho eco el día anterior de la convocatoria, y un Vocal de PHILIPS se dirigió preguntando que quién ha dado esa noticia y Casado el periodista, que estaba presente le dijo que la había dado él. Entonces el otro se tiró a él, le agredió y se lió un altercado En otra ocasión agredieron a Monge, secretario del Jurado de PERKINS, pero el que salió peor parado físicamente fue el mayor de los Reboul, creo que había sido de la División Azul, y era falangista. Porque a él le consideraban especialmente traidor. Por esto presentamos una denuncia en un juzgado.
No deja de ser extraño que un Ayuntamiento presidido por Manuela Carmena (la llamaban Manola en aquellos años de sus comienzos como abogada), decretara el levantamiento de la placa colocada por el centro Manuel Mateo cuando el bufete de agobados en el que ella trabajó se encargaba de la defensa jurídica de aquellos sindicalistas contrarios a Franco que se reunian en la sede de aquel centro cultural.
JOSÉ GARCÍA VARA
García Vara, natural de Lugo, tenía la profesión de panadero y trabajaba en una tahona de Madrid. Militaba en la UGT madrileña junto a Enrique Puente Abuín, paisano lucense de García Vara y también perteneciente a la rama sindical de las artes blancas, como se llamaba a la sección de panaderos. Abuín fue jefe de la famosa «Motorizada» de Indalecio Prieto. Llegó a declarar contra Largo Caballero por su participación en la Revolución del 34.
El trabajo de José García Vara fue muy destacado en las labores sindicalistas de la UGT en defensa de los trabajadores, en especial, de la lucha contra las excesivas horas de trabajo y sus precarias condiciones laborales.
En 1933 se celebraron unas convulsas elecciones a la secretaría general del sindicato de Artes Blancas de UGT. Pugnaban el sector comunista, encabezado por Evaristo Gil y el sector socialista liderado por Rafael Henche de la Plata, que fue luego durante la guerra civil alcalde de Madrid. Triunfó este último, pero en un ambiente hostil que desembocó en la desafección de García Vara.
Influido por la ideología de la CNT tras sus conversaciones con Camilo Olcina Álvarez, un destacado militante cenetista que, convencido por Ruiz de Alda, se pasó luego al falangismo, García Vara cansado de las rencillas internas de la UGT, opta por militar en otro sindicato más radical donde se luchara por la nacionalización de la banca, la reforma agraria radical, el control de los medios de producción por parte de las masas obreras, etc. Entra así a formar parte de la Falange de José Antonio Primo de Rivera que predicada estos postulados.
García Vara, con la aprobación del líder, funda así la sección de artes blancas, dentro de la Central Obrera Nacional Sindicalista, creada en 1934 por Ramiro Ledesma y otros dos antiguos cenetistas, Nicasio Álvarez de Sotomayor y Guillen Salaya, y Manuel Montero, este de origen comunista. Esta sección se forma con unos cientos de sindicalistas que arrastró de la UGT el propio García Vara, dotado, al parecer, de un fuerte carácter y personalidad atractiva.
José García Vara, sindicalista
Foto de Manuel Mateo y pie de foto publicados en Mundo Obrero, el órgano del Partido Comunista de España, en su número de 5 de septiembre de 1936.
El texto dice así: «El repugnante cabecilla fascista Manuel Mateo que aún sigue en las sombras de la traición. Para ayudar a los milicianos a sacarle de ellas, publicamos la siguiente fotografía»
CEFERINO MAESTÚ BARRIO
A la familia de Ceferino Maestú Novoa, padre, le sorprendió el golpe de Estado el 18 de julio en San Roque, en la provincia de Cádiz. El día 27 de julio, Ceferino Maestú Novoa, fue sacado de su casa junto a su hijo Ceferino Luís, de 15 años, por un grupo de soldados marroquíes del ejército sublevado, «a empellones los llevaron al final de la Alameda donde había más detenidos, salieron del cuartel unos pocos soldados, despechugados, borrachos de victoria: matadlos, matadlos». Así relata su hijo en sus Memorias como asesinaron a su padre, que había sido gobernador republicano de la provincia de Huelva.
Él se salvó de ser fusilado junto a su padre porque un oficial, padre de unos amigos suyos, lo reconoció y lo sacó del grupo de víctimas. Cuenta su hijo que cuando el verdugo asesino fue a darle el tiro de gracia, oyó que estaba rezando el Ave María.
¡Que injusticia! Ceferino Maestú contaba con 46 años de edad. Su mujer e hijos regresaron a Vigo con el estigma de ser familia de un rojo fusilado.
Dos años después del asesinato de su padre, su hijo Ceferino Luís Maestú Barrio se alistó en el ejército franquista e ingresó en Falange. Esa decisión de pasarse al enemigo fue -dice- la mayor contradicción de su vida. Para obtener la autorización de su madre por ser menor, le decía que era la mejor forma de protegerla a ella y a las hermanas.
Abandonó la Falange, por negarse a participar en «actos sucios», y dejó el frente de guerra, alegando que era hijo de viuda. Después de la guerra, se afilió a la Juventud de Acción Católica. Posteriormente, se integró en la Hermandad Obrera de Acción Católica, la HOAC, desempeñando un papel importante en la reconstrucción del movimiento obrero español y llegando a ser uno de los fundadores, con Marcelino Camacho, de las Comisiones Obreras.
Era periodista y fue el fundador de la agencia de noticias FIEL, que más tarde se agruparía con la agencia CIFRA para crear la agencia EFE. Todas ellas llevan la letra F. Unos dicen que por Franco, otros que por Falange. También participó en la creación de la tertulia «La ballena alegre» que se reunía en los bajos del café Lyón, en la calle Alcalá de Madrid, frente al que fue Palacio de Comunicaciones.
Maestú perteneció a las Falanges Juveniles como jefe de la Centuria «Íñigo de Loyola», de la que fue capellán el P. Llanos S.J.
CAMILO OLCINA
Camilo Olcina provenía de una familia «bien» de la alta sociedad madrileña. Como otros muchos, se afilió a la CNT lo que enojó a su madre que lo desheredó.
Olcina pertenecía al ala treintista del sindicato anarquista, más próximo a la línea del secretario general de la CNT, Ángel Pestaña, partidarios de la lucha revolucionaria preparada convenientemente para hacerla eficaz, al contrario que los llamados faistas o partidarios de la FAI, más proclives a no dilatar la revolución.
Olcina era telegrafista y secretario general de la CNT de la Marina Mercante. Durante una travesía desde Nueva York conoce a Julio Ruiz de Alda de quien se hace amigo. Mantienen una larga conversación e intercambian ideas. Cuando se produce la escisión en la CNT con el llamado Manifiesto de los Treinta en el que se descalificaba el mito revolucionario y se abogaba por una revolución educativa, Ruiz de Alda le propone pasarse a las filas de la recién nacida Central Obrera Nacional-Sindicalista (CONS). Redacta, junto con Juan Orellana, otro antiguo cenetista, los estatutos de este incipiente sindicato y ayuda a su creación.
Dentro del falangismo, Olcina conoce a José Antonio y según algunas informaciones llega a ser su guardaespaldas.
Olcina estuvo presente en la última reunión sindical que mantuvo el antiguo socialista de la UGT, José García Vara ante de ser asesinado. Cuando terminó la reunión, ambos abandonaron la sede sindical en compañía de otro compañero, Cesar Moreno Navarro. Lo cuenta así Ceferino Maestú:
«Aquel día 2 de abril venía García Vera, con César Moreno Navarro y Camilo Olcina, de la sede de los Sindicatos, en la Cuesta de Santo Domingo. Eran las 4 de la tarde. Olcina notó que les seguían, pero García Vara no le dio importancia. Se separó primero Olcina y después se despidió César Moreno Navarro. Quedó sólo García Vara y, entonces, los pistoleros marxistas le acribillaron a tiros en la calle Arrieta».
En el digital elmunicipio.es, Juan Manuel Cepeda dice:
A pesar de su nueva militancia falangista, Camilo seguía manteniendo buenas relaciones con sus ex compañeros de la CNT y especialmente con Ángel Pestaña y los «treintistas». Por ello, el propio José Antonio le encomendó que contactara con Ángel Pestaña para mantener una reunión personal con el famoso dirigente sindicalista. Cumpliendo las órdenes del Jefe, en el mes de octubre de 1935, se reúnen para comer en un restaurante del Tibidabo en Barcelona, por parte de Falange: José Antonio, Camilo Olcina (como representante de la CONS) y Luís Aguilar en su condición de lugarteniente nacional de las milicias falangistas, (sospecho que para evitar cualquier tipo de emboscada), con Ángel Pestaña y otros dos compañeros suyos, cuyos nombres se desconocen. A los postres de la comida, Jose Antonio y Ángel Pestaña pidieron a los otros comensales que los dejaran solos, manteniendo una conversación privada y absolutamente desconocida, pues ni siquiera Jose Antonio le indicó de qué hablaron a Camilo.
Cuando la ilegalización de FE, Olcina es detenido en la sede del partido, en un palacete de la calle Marqués de Riscal, con otros camaradas y encarcelado en Alicante con su jefe.
Falleció en 1974 de muerte natural.
Foto publicada por A. Ramos en Pinterest. Falangistas dirigiéndose al mitin en el Cine Europa. 12 de febrero de 1936

EL ASESINATO DE GARCÍA VARA
Es el 2 de abril de 1935. García Vara acababa de tener una reunión en una sede sindical junto con otros cientos de sindicalistas, muchos de ellos antiguos militantes de UGT que se habían pasado al nuevo sindicato de tendencia falangista, la Central Obrera Nacional Sindicalista. Hacía unas dos semanas que se había constituido la sección de Artes Blancas dentro de este sindicato, con unos cuatro centenares de afiliados. El presidente resultó elegido Sergio García y como secretario general el propio García Vara.
García Vara, acompañado por Carmilo Olcina y por otro sindicalista, Cesar Moreno Navarro, bajaba por la cuesta de Santo Domingo hacia la Plaza de Isabel II. Olcina les dice que parece que alguien les sigue, pero los otros no le dan mayor importancia.
Olcina y Moreno se separan de García Vara en dirección a la plaza, mientras que este sigue solo por la calle Arrieta.
De un coche Fiat matrícula de Lérida 3252 se bajan dos individuos que le descerrajan varios tiros en la cabeza del sindicalista, que muere instantáneamente.
Información extraída de la noticia publicada por El Financiero el miércoles 3 de abril de 1935.
EL AYUNTAMIENTO COMETIÓ UN GRAVE ERROR
El ayuntamiento de Madrid, con Manuela Carmena de alcaldesa y siguiendo la Ley de Memoria Histórica, retiró dicha placa el 1 de febrero de 2016 conforme instrucciones de la entonces delegada de Cultura y Deportes, Celia Mayer, quien presentó la relación de elementos que iban a ser retirados en un pleno municipal en el que votó en contra el PP. Según consta en el diario de sesiones, Mayer anunció que se retirarían, por su vinculación al franquismo, la lápida a José García Vara, el monumento al Alférez Provisional, la lápida a los Caídos de Chamartín de la Rosa, los mártires de la Sacramental de San Isidro a los Caídos por Dios y por España en el Cementerio de San Isidro y la placa de los hermanos Falcó y Álvarez de Toledo.
Pocas semanas después, el ayuntamiento de Madrid decidió volver a colocar en su lugar del cementerio parroquial de Carabanchel Bajo la lápida en memoria de los ocho carmelitas asesinados en el inicio de la Guerra Civil. Los servicios jurídicos municipales concluyeron que hubo "un error" en su calificación.
Lo mismo ocurrió con el monolito al Alférez Provisional en la plaza de Felipe IV y la lápida de José García Vara en la calle Arrieta número 4, que es la que nos ocupa ahora.







EL CENTRO SEGÚN LA REVISA METAL DE CCOO
El centro Social Manuel Mateo era un local, creado a principios de 1963, que llevaba el nombre del que fue jefe de la Central Obrera Nacional Sindicalista (CONS), un pequeño sindicato falangista creado durante la República. El secretario del Centro era José Hernando, un falangista aperturista que trabajaba en las oficinas centrales de la Empresa Nacional de Electricidad y que también tenía responsabilidades en las Hermandades del Trabajo. Uno de los hermanos Reboul que era socio del Centro fue quien propuso trasladarse allí y, durante casi un año, entre marzo de 1965 y febrero de 1966, el “Manuel Mateo” se convirtió en el centro neurálgico de la extensión de las Comisiones Obreras del Metal a numerosas empresas y de la aparición de comisiones similares en otras ramas. La Comisión del Metal trasladó allí la “reunión de los miércoles” que antes celebraba en Gran Vía. También se convocaban asambleas abiertas en forma de charlas en las que el local de la calle Vergara se abarrotaba y a veces la gente se agolpaba en las escaleras o en la calle.
Fotografía Fundación 1º de mayo.
EL CENTRO SOCIAL «MANUEL MATEO».
¿Qué era este centro Manuel Matero que organizó la colocación de esta placa en Madrid?
El Centro Social Manuel Mateo, en la calle Vergara número 4 de Madrid, cerca de Opera, fue creado en 1964 y clausurado dos años después. En aquella época pertenecía al sindicalismo vertical franquista, pero en él se reunían miembros del Partido Comunista, católicos, troskistas y los falangistas desafectos del régimen franquista, que los había.
En este centro se reunían los miembros de la Comisión Obrera del Metal (base de las futuras Comisiones Obreras) como Julián Ariza, Marcelino Camacho y Víctor Martínez Conde, este último, falangista disidente de la línea franquista, como lo eran también Ceferino Maestú (fundador de la agencia de noticias Fiel), los hermanos Serafín y Emilio Reboul Estecha y Jesús Matorras Navarro, que se pasó a la Falange desde el Comité Central del Partido Comunista de España al que inicialmente pertenecía.
El centro estaba dirigido por José Hernando (joseantoniano que se pasó luego al partido socialista del interior posteriormente Partido Socialista Popular, de Tierno Galván), que, junto con Camacho, Maestú y Martínez Conde y otros dos más, formaron parte de una delegación de la Comisión Interramas que tenían el propósito de entregar un escrito reivindicativo avalado por unas 15.000 firmas (dato no contrastado) al Ministerio de Trabajo.
Era el 28 de junio de 1966. Una pequeña manifestación se había organizado en la plaza San Juan de la Cruz, mientras esa delegación de seis sindicalistas, portando las firmas que llevaban ante la sede de Nuevos Ministerios fueron detenidos y llevados a la Dirección General de Seguridad, en la Pueta del Sol. Fueron detenidas casi dos centenares de personas y se procesó a unas dos decenas, entre ellas, por supuesto, a los seis sindicalistas, condenándolas a un año y medio de prisión.

Lo cuenta en una entrevista con José Manuel González Torga el propio Ceferino Maestú:
Cuando nos echaron del Centro Manuel Mateo, donde habíamos empezado, hablé con el Padre para ver si encontrábamos algún lugar en el que pudiéramos reunirnos, y entonces nos proporcionó el sótano de una antigua chabola, de la cual él tenía una llave. Y también, cuando pensamos que hacía falta un lugar para una reunión más numerosa, nos consiguió una nave, que había sido anteriormente Centro de Formación Profesional, que patrocinaba el Padre Llanos en el Pozo. Ya dispusimos de otro local, que era un galpón grande; allí celebramos una asamblea de toda la gente que estaba vinculada a aquel movimiento y había, no sé, cuatrocientas o quinientas personas. En esa reunión acordamos: Primero, recoger firmas en un documento en el que se enumerasen todas las reivindicaciones planteadas por la sección social de los diversos sindicatos que nos habían atendido. En un momento determinado, ya teníamos 16.000 firmas, y lamento no hubiera fotocopiadoras en aquella época. Entonces acordamos, en segundo lugar, que ese pliego con las 16.000 firmas deberíamos llevarlo al Ministerio de Trabajo. No era nada subversivo sino, simplemente, que entonces era una cosa extraña. Posteriormente nos reunimos la Junta, la Intersindical, en un bar en la calle Reina Victoria, al lado de un cine que había; y allí, de pie, mientras tomábamos algo, acordamos bajar por la calle Raimundo Fernández Villaverde, un total de seis, en parejas. La primera la formábamos Marcelino y yo, la segunda eran Víctor Martínez Conde y Pepe Hernando, y la tercera, que no me acuerdo ahora cómo se llamaban esos tíos -que eran los que llevaban las firmas -pero no eran muy conocidos; sé que uno de ellos era un conductor de la Empresa Municipal de Transportes. Éstos que llevaban las firmas tenían instrucciones de que, si nos detenían a los primeros o a los segundos o a los cuatro, trataran de eliminar las bolsas con las listas, para no comprometer a los firmantes. Cuando llegáramos a la confluencia de la calle Raimundo Fernández Villaverde con la Castellana, nosotros teníamos pensado entrar por allí al Ministerio de Trabajo, mientras había una concentración en la plaza de San Juan de la Cruz; pero, cuando efectivamente llegamos allí, nos estaba esperando el famoso Yagüe, el jefe de la Brigada Político Social, con otros policías; y nos recibió exclamando: “¡¡Hombre ya creí que no veníais!!”. Entonces nos metieron en un autobús y nos llevaron a la Dirección General de Seguridad, junto con varias personas más, a las que habían detenido también en la plaza de San Juan de la Cruz. Quince o veinte personas fuimos a los calabozos.
El incidente lo recogió escuetamente el diario vespertino Pueblo, el 29 de junio de 1966.
«ANTE EL FUTURO DEL SINDICALISMO»
Aquel documento (que puede leerse en pdf aquí) costó, como se ha dicho, la detención de varios sindicalistas, entre ellos Marcelino Camacho, Ceferino Maestú, José Hernando y Víctor Martínez Conde. Se considera, realmente, el documento fundacional de las futuras Comisiones Obreras.
Así es. Los trabajos de las reuniones celebradas por aquellos sindicalistas llevadas a cabo primero en la delegación provincial de Sindicatos de Madrid, luego en el Centro Cultural Manuel Mateo y finalmente, cuando clausuró el Régimen este centro, en las chabolas y naves que les facilitó en el Pozo del Tío Raimundo el jesuita Llanos, falangista primero y comunista después, nació el famoso documento titulado «Ante el futuro del sindicalismo». Era un 31 de enero de 1966.
Este documento «sintetizaba los rasgos generales de la propuesta de sindicalismo que presentaban a los trabajadores en un momento crucial para el devenir del movimiento obrero», según un artículo aparecido en Mundo Obrero, el 28 de octubre de 2021, firmado por José Gómez Alén.
Parece que no hay discusión, según este artículo que «Las fuentes orales coinciden en señalar a Ceferino Maestú como el autor del primer borrador que sumado a las aportaciones de otros trabajadores culminó en el texto definitivo». El borrador era el original que le sirvió a Maestú para formar su sindicato falangista Unión de Trabajadores Sindicalistas.
«Lo firmaron cien representantes de las Comisiones del metal, prensa y artes gráficas, electricidad, químicas, construcción, banca, transporte y combustible, que encabezaban los representantes de las diversas tendencias ideológicas: Marcelino Camacho, Julián Ariza y Víctor Martínez Conde del PCE (este último exfalangista); José Hernando Sánchez [falangista cuando lo firmó, aunque el texto lo obvia, prefiriendo su afiliación socialista que es bastante posterior] del Partido Socialista del Interior; falangistas críticos como Celestino Maeztu que había creado la Unión Sindical de Trabajadores, Diego Cureses Meseguer y Serafín Reboul Estecha (años después secretario general de la Central Obrera Nacional Sindicalista) [y también joseantoniano disidente de Franco, que también se obvia]»
El documento no era un manifiesto exclusivo de Comisiones Obreras, sino una iniciativa de militantes del Movimiento Obrero, aunque al final se entendió que era una obra de CC.OO. Fue difundido en empresas, centros metalúrgicos y enviado a las autoridades. Se ajuntaba con una carta firmada por 100 trabajadores con fecha 28 de marzo de 1966.

Según un número extraordinario de la revista «Metal» editada por CC.OO. con ocasión del 50 aniversdario de la creación de la Comisión del Metal de este sindicato, la introducción de aquella carta decía: Un grupo de trabajadores, sin más preocupación que la motivada por las circunstancias que atraviesa nuestro país, que inciden gravemente en el mundo laboral, hemos analizado tales circunstancias y llegado a la conclusión de que es necesario dejar constancia del criterio que estimamos predomina en el seno de la clase trabajadora. Para lo cual, dada su jerarquía, autoridad y calificación, le dirigimos, como anexo de la carta, la copia de las conclusiones a que en tal sentido hemos llegado.