Marcha Nº 100 con Treparriscos Santa Catalina
Este es el vídeo de aquella jornada, seguido de un texto escrito por Nicanor Otín, sobre el mismo acontecimiento.
REALIZADA EN TORNO A EL BURGO DE OSMA, EL 17 DE NOVIEMBRE DE 2018.

25 KILÓMETROS EN 6 HORAS

No somos de esos que solo rodeados de libros, inspirados por libros, llegan a pensar. Estamos acostumbrados a pensar al aire libre, caminando, saltando, subiendo, bailando, de preferencia en montañas solitarias o a la orilla del mar, donde hasta los caminos se ponen pensativos”. Friedrich W. Nietzsche, citado por Frederic Gros en “Andar, una filosofía”. Edt. Taurus

Piazza principale

Bueno, bueno, bueno…Ahí estábamos los treparriscos celebrando la ruta nº 100!!!!

Debió ser la querencia, pues aunque estábamos convocados en la Plaza Mayor, todos terminamos delante de la Estación de Autobuses, uno de los edificios más feos del Burgo pero nuestro lugar tradicional de quedada. El día salió que ni hecho de encargo para la ocasión: temperatura agradable y ni una gota de agua. Fue un oasis de sol en un mes pantanoso.

Unas fotos para inmortalizar la ocasión y fuimos bajando tranquilamente por la calle Mayor hasta salir a la plaza de la catedral y desde allí coger la senda del río hasta la Güera. El día era otoñal aunque ya con pocos restos de hojas en la copa de los chopos. Después de bordear la finca de D. Severino (la del abuelo) fuimos siguiendo el cauce del río para evitar el archiconocido camino de la Olmeda y disfrutar de la compañía del Ucero. Al lado del río, Nacho nos enseña una trampa para visón americano, una de esas especies invasoras que pueden acabar con parte de la fauna autóctona.

Donde el río gira bruscamente hacia el sur, nuestra difuminada senda se une al camino de la Olmeda. Miramos con envidia a nuestra izquierda, al otro lado de la alambrada, donde la abundancia de cardos corredores susurraban la presencia de setas de cardo. Un poco más adelante, tras pasar el puentecillo sobre el Sequillo, llegábamos a la Olmeda (5,5 Km. aprox.).


Hacia la Olmeda

Parecía que la nº 100 iba a ser una ruta de perfil monótono y suave pero qué va. Ante nosotros uno de los “picos” del camino. Una cuestecita que se las trajo. En 1,5 Km. de recorrido, salvamos más de 80 m. de desnivel, con porcentajes que llegaron al 14,5%. Jadeos. Por algo le llaman el camino de la Cuesta Pina. El esfuerzo ha merecido la pena; desde este promontorio que en su punto más alto llega  a los 929 m., las vistas sobre el valle del Duero van desde el Cobarrón de Berlanga hasta S Esteban y más allá. Lástima que la bruma cubriese gran parte del valle como consecuencia de la fuerte humedad y el calor del sol, en aumento a medida que avanzaba la mañana. Tonos pardos en el campo que contrastaban con los verdes de las manchas de encinares y sabinares y las distintas tonalidades de azul provocadas por la luz filtrada a través de la niebla. Al fondo la silueta del castillo de Gormaz se difuminaba con los muchos escalones que separan el Duero de los páramos de Brías y de la Sierra Pela. Atravesando el campo arado, diminutos, veloces, dos corzos corren hacia la protección del espeso bosque. Van tan rápidos que Alejandro no acierta a apuntar su cámara en la buena dirección (creo).

El promontorio termina en el antiguo camino de Quintanas que tomamos a nuestra izquierda. Dejamos a nuestra derecha la atalaya del Enebral y es que el tiempo apremia. Es lo que tiene cuando se sale de ruta con una comida de por medio; la cita en el restaurante marcaría bastante el ritmo de la caminata, tanto que a veces parecíamos estar más en una carrera de marcha atlética que en una ruta de senderismo. Demasiadas veces mirando el reloj.


Atravesando el Enebral

Giro hacia el norte, cruzamos la carretera de Recuerda y hacia la atalaya perdida (9,5 Km. aprox.).

Atravesamos uno de los extremos de la finca del Enebral y nos plantamos delante del segundo pico importante del recorrido. Una pared de un poco más de 1 Km. con un desnivel máximo del 27%! Luego giro a la derecha hasta encontrar la atalaya, perfectamente camuflada entre las altas sabinas que la rodean. Cuesta encontrarla, por eso se la conoce como la atalaya perdida.

Para el almuerzo bajamos un poco desde la atalaya para sentarnos al calor del solillo y disfrutar de las vistas sobre el Duero. Ya teníamos ganas de sentarnos y de hincar el diente (11,8 Km.). Y hubo chocolate y bombones y turrón y… botellas de cava para celebrar el centenario. En las fotos se ve bien el trajín del grupo llenando los vasos y brindando por las metas alcanzadas y las que quedan por alcanzar. Aupa Treparriscos!


Hi hip hurraaaaaaaay 100!!!!!!!

Hacia Lodares. Nada más bajar del alto de la atalaya, giro brusco hacia la izquierda para enseñar al grupo un bonito sendero que se adentra un Km. en un bosque mixto de sabina, encina y pino. Un ruidoso tractor ara un extenso campo y al airear la tierra sentimos un olor intenso a hongos. Encantador el paseo por este cerrado bosquecillo que si siguiéramos en línea recta nos llevaría casi debajo de las tierras que circundan la atalaya del Lomero.

Suena el móvil. Habíamos perdido a Pedro y Alejandro! En la tierra que se araba, uno se puso a filmar al tractor, el otro se agachó a ver una seta y en cuestión de segundos habíamos desaparecido. Ellos siguieron caminando en linea recta hasta que Pedro se dio cuenta de que en los bancos de tierra de la pista no había ni rastro de pisadas. Media vuelta para reencontrarnos justo donde el camino se desviaba bruscamente para tomar la senda del bosque. Recompuesto el grupo, risotadas mientras nos contaban lo ocurrido. No fue casualidad que desde entonces ni Alejandro ni Pedro abandonasen la cabeza del grupo, jajajajajajaja.


Postal detallazo que lleva el diseño de nuestra braga conmemorativa

Mirando el dichoso reloj, dejamos la pista que atraviesa el pinar que se encuentra a la espalda de Lodares, para coger un bonito barranco que llega hasta el pueblo. Bordeamos el pueblo en dirección oeste para encontrar el cauce del Sequillo y dirigirnos a Peñas Altas (17,6 Km.). Tate! Nos dice Nacho que el puente del Sequillo se lo llevó una riada hace unos años. Alenjandro y Nacho deciden cruzar el río mientras los demás damos la vuelta bordeando la finca del Macucal. Cuando llegamos a la altura de la majada donde dejamos a los dos nadadores, les encontramos como si nada, secos y repuliditos. Sin pruebas de su hazaña. Ni una sola foto que inmortalizase el vadeo de las procelosas, inquietas y profundas aguas del Sequillo. Risas y más risas.

El “incidente” del Sequillo hizo que desistiéramos de Peñas Altas. Subimos al GR-86, (paralelo en este tramo al Sequillo),  que no hace sino seguir el ramal de la Cañada Real Soriana Occidental que atravesando el Lomero, baja por la falda del castillo para cruzar el Ucero por el puente de Osma. Abandonamos pronto la cañada tras hacer unos exigentes toboganes, para atravesar a nuestra derecha unas tierras de labor y dirigirnos hacia la finca la Divisa, en reconstrucción, casi enfrente de la finca de los Navarros y ya con el puente de la Tejada a nuestra vista.


A la vera del Ucero

Desde la Tejada, desbandada. No sé si fue el tufillo del asado que nos esperaba pero el grupo de cabeza nos sacó casi 15 minutos a los del furgón de cola. Ya todos juntos en el Mesón Marcelino, nos preparamos con hambre para degustar el menú treparriscos preparado por Juanpa. Allí se nos unieron los que no hicieron la marcha y a comer y a disfrutar de una velada encantadora. Que puedo decir. Solo tengo palabras de agradecimiento para todos y especialmente para Luisa pues no solo se encargó de nuestra braga conmemorativa de las 100 rutas sino que también, a través de un chat de whasap clandestino, puso de acuerdo, buscó y encontró un super Garmin que me regalaron entre todos. Gracias, gracias, gracias.

Me tengo que ir necesariamente a nuestro año fundacional para buscar la banda sonora de la ruta. Fue 2006 un año en el que la era digital se disparaba; todavía comprábamos discos (Jesús lo sigue haciendo) pero tocaban a defunción por los cedes y no digo nada por los casetes. Pues de ese año me quedo con el subidón de Gnarls Barkley – Crazy (Álbum: St. Elsewhere, 2006).

Un abrazo muy fuerte para todos los que disfrutamos con el aire fresco del monte, del viento a veces desapacible y frío de las cumbres o ese viento cargado de olores de los senderos que se internan en los bosques. Y como dijimos en los postres, mucha salud para seguir caminando por esas sendas que tantas alegrías nos han dado (y algún sustillo).