HISTORIA



"Tintín en el Tíbet" es para mí una historia muy querida porque habla del espíritu aventurero por excelencia.  Haddock y Tintín caminan con sus mochilas por las sendas del Himalaya, duermen en sus estrechas tiendas de campaña, preparan la comida con infiernillos y culminan el éxito tras el esfuerzo. Cierto que algo parecido se cuenta en el álbum "El Templo del Sol", pero por alguna razón inexplicable yo prefiero aquél.  Y no es porque hace algunos años viajé a aquel país para realizar un reportaje para En Portada, sino porque, como digo, recoge estupendamente el espíritu del buen aventurero.

No obstante, no dejo de pensar en aquel viaje de abril de 2004 con mis compañeros de Televisión Española (uno de ellos, el pobre Jesús Menéndez desaparecido en plena juventud) alguna de cuyas escenas voy a poner aquí abajo.
CONTENIDO

Con cada nuevo álbum, Hergé se supera, aunque, efectivamente, en los dos últimos, Vuelo 704 para Sídney y Los Pícaros (descontado el Arte Alfa, que no llegó a concluir) el argumento es débil y deplorable, volviendo a la inocencia, sencillez y -por qué no decirlo- estupidez de los primeros. Con Tintín en el Tíbet disfrutamos no solo del paisaje de la cordillera del Himalaya, sino de la sencillez del pueblo nepalés (que no nepalí) y de sus tradiciones. Tintín presagia la muerte de su viejo amigo Tchang (ver El Loto azul) durante unas vacaciones en un acogedor hotel de montaña en compañía de Haddock. La noticia del accidente de un avión en Nepal refuerza esa sensación y con la oposición de Haddock viaja hasta Katmandú para buscar entre los restos del avión estrellado a su buen amigo chino. Los preparativos para la marcha, la selección de los sherpas y el camino hacia una de las cumbres del Himalaya es de un realismo total. Una vez entre la nieve aparece el Yeti que asusta a los sherpas que huyen despavoridos. Tras llegar al lugar del siniestro, contemplan los restos del avión donde no queda ni un solo rastro de vida. Tras aquel fracaso, el jefe sherpa Tharkey convence a Tintín, y los tres regresan a Kartmandú. Cuando están a punto de regresar, una bufanda en lo alto de una montaña divisada con unos prismáticos, hace recapacitar a Tintín que decide continuar la búsqueda. Haddock, que en un principio quiere regresar con Tharkey, se arrepiente de abandonar a su amigo y le sigue. Un traspiés del Capitán le hace perder el equilibrio precipitándose por el risco. La cordada que le une a Tintín le salva momentáneamente la vida. Pero el peso del Capitán, suspendido en el vacío, es demasiado grande para las fuerzas de su joven amigo quien lo sujeta como puede; Haddock entonces, para salvar al menos su vida, a punto está de cortar la cuerda que le une a Tintín cuando milagrosamente aparece el jefe de los sherpas, que ha vuelto a buscarlos, quien salva a nuestros amigos de una muerte segura. Tras emprender de nuevo la búsqueda, un alud divisado por unos monjes, los arrastra montaña abajo. Una alucinación de uno de los monjes y la insistencia de Milú que logra escapar del corrimiento de nieve y llegar al monasterio, alertan a la comunidad budista que decide emprender al rescate. Recuperados de sus fuerzas con el cuidado de los monjes, Tintín y Haddock reanudan la búsqueda del joven chino. Al llegar a la cueva del Yeti, encuentran enfermo y desvalido al joven Chang. Cuando están a punto de salir del escondrijo, el Yeti, un mono enorme con cabeza en forma de balón de rugbi, les sorprende. En ese momento de terror llega el Capitán que estaba vigilando la entrada. El enorme gorila al intentar atrapar a Haddock dispara causalmente su cámara de fotos y el flash provoca en el animal tal espanto que huye dejando a salvo a los tres amigos.
Tintín en el Tíbet
EDICIONES

Editorial Casterman, 1960 en francés, en color
Editorial Juventud.
Primera edición: 1962, con lomo de tela verde
Sin ISBN en sus cuatro primeras ediciones (falta por confirmar la quinta edición)
ISBN 13: 978-84-261-0382-6 (978-84-261-1403-7, rustica)
ISBN 10: 84-261-0382-0 (84-261-1403-2, rustica)
Encuadernado en cartoné   Formato: 23 x 30 cm
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Teníamos el propósito de encontrarnos con algún miembro de la guerrilla maoísta que también pululaban por aquellas tierras de Namche Bazaar.  Así que emprendimos vuelo desde Katmandú hasta Lukla. En esta ciudad, situada a 2.860 metros de altura, contratamos unos porteadores que nos llevaron el material a Namche. La marcha sería de dos días, caminando una media de 6-7 horas diarias. Subimos 500 de altura hasta alcanzar los 3.400 metros en que está Namche, y ya el primer día acabamos agotados. El vídeo es un breve resumen de aquellos dos maravillosos días.
Hergé consideraba que esta era una de sus aventuras favoritas. Tal vez porque le sirvió mientras lo dibujaba como una terapia frente a la culpa que sentía por haber dejado a su esposa Germaine Kieckens, tras tres décadas de convivencia, por una mujer que era 28 años más joven, Fanny Vlaminck, dibujante en los Estudios Hergé por quien sentía una profunda atracción. Este conflicto, en una mente católica, le provocó no pocos problemas psicológicos que fue resolviendo gracias a las viñetas que iba dibujando.

Este libro es en realidad un canto a la amistad, donde, a diferencia de todos los anteriores, Tintín no se enfrenta a ningún malvado, sino a sí mismo, a su fidelidad y sentido del deber. Es un álbum completamente psicológico, donde aparecen historietas en las que la percepción extrasensorial está continuamente presente. La mística del budismo, con sus levitaciones y sentido de la bonhomía, apaciguan la intranquilidad por la pérdida de un amigo.
CURIOSIDADES
En «Tintín en el Tíbet», todos sueñan: Tintín con la idea de que su amigo está vivo; Haddock con sueños oníricos, y hasta Milú se debate entre el bien y el mal representado por un trago de alcohol.
En la etapa final del libro, se nos plantea un dilema: el Yeti, ese ser legendario innombrable y enigmático, tiene aquí forma y cuerpo, es un ser real, que no representa la maldad, sin todo lo contrario.  Se nos presenta como un animal humanizado: salva a Chang de morir congelado, no lo devora, sino que lo cuida y protege. Es este un canto a la naturaleza que sólo es perversa a  ojos de la moral humana, cuando tiene que sobrevivir a la catástrofe que la propia Naturaleza lleva implícita en sí misma.
La idea de trasladar a Tintín al Tíbet, se la dio Bernard Heuvelmans, el zoólogo que había ayudado a Hergé a imaginar la exploración lunar para las dos historias de Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna. Heuvelmans le prestó su libro Sur la piste des bêtes ignorées (Tras la pista de animales desconocidos) en 1955 en el que habla del abominable hombre de las nieves.

Hergé se documentó extensamente con libros sobre el Tíbet para este proyecto: Tíbet secreto de Fosco Maraini, Siete años en el Tíbet de 
Heinrich HarrerTíbet mi Patria de Tsewang Pemba, Annapurna de Maurice Herzog, ​ y los libros de la exploradora belga y espiritualista Alexandra David-Neel, además de fotografías y documentos del National Geographic.

De hecho, durante algunas viñetas, parece que estamos ante una guía turística en la que el capitán Haddock nos va mostrando algunos monumentos tibetanos.
Como anécdota, en la serialización que se hizo semanalmente de esta historia en la revista Tintín, en 1958, Hergé agregó el logo de Air India al avión siniestrado lo que provocó el enfado de esta compañía aérea que curiosamente le había proporcionado material para su documentación. Hergé cambio el logo de la línea aérea por el de una imaginaria Sari-Airways, aunque mantuvo el prefijo VT asignado por la OACI para la matrículas de todas las líneas aéreas de la India.
En marzo de 1959, el líder político y espiritual más importante del Tíbet, el Dalai Lama, huyó a la región en un exilio autoimpuesto a la India tras desacuerdos con el Partido Comunista de China. En mayo de 2001, cuando Tintín en el Tíbet fue publicado en la República Popular de China, las autoridades estatales cambiaron el nombre por el de Tintín en el Tíbet chino. Cuando Casterman y la Fundación Hergé protestaron, las autoridades restauraron el título original del libro.